sábado, 16 de marzo de 2013

No cuesta nada.


Me desperté sobresaltado, bañado en sudor y escuchándome gritar. Eran las cuatro y quince de la mañana, según vi en mi teléfono que estaba siendo reloj y pronto despertador.
Me senté en el borde de la cama y apoyé las palmas de mi mano en mis ojos, restregándomelos. Mientras lo hacía, recordaba mis sueños, claramente, como hacía mucho tiempo no me pasaba.
Eran pesadillas, sin duda.
Soñé que elegían un papa argentino.Francisco. Y soñé que, inéditamente, mientras el mundo entero recibía al nuevo papa con algarabía, mientras el mundo entero se sorprendía por su humildad y su frescura y se resaltaban sus valores, aquí, en su país, en la Argentina, se lo discutía, se dudaba de su pasado. No todo el país, claro. Nítidamente podía verse quienes eran.
En el preciso instante en el que se anunciaba su nombre, en el canal oficial, el que debe ser para todos los argentinos, había imágenes de un programa para niños. Segundos después, mientras el mundo explotaba de alegría, la presidenta ,enfrascada en twitter, despotricaba contra su enemigo dilecto: los medios.Si,La misma presidenta que rechazo más de diez pedidos de audiencia al entonces arzobispo de Buenos Aires, ahora papa.
Horas después –estos hechos surgían claros mientras seguía restregándome los ojos, con el sudor casi seco- se escuchaba que Maduro (¿presidente encargado? ¿Vicepresidente?¿próximo presidente?-  de Venezuela explicaba a quien lo quiera oír que el Comandante Eterno Chávez había subido al cielo y desde allí ayudado a la elección de Francisco. En la Argentina Luis D’Elia, filosofo del Frente Para la Victoria, gritaba a viva voz que “El Imperio había colocado en el trono de Pedro a Bergoglio, el entregador de dos padres Jesuitas a la última dictadura”. Solo en sueños cabrían posturas tan disimiles de quienes se dicen progresistas hermanos latinoamericanos.
Caminaba hacia el baño cuando, a oscuras, escuché claramente como en mi sueño el relator uruguayo devenido en  preclara voz K, mascarón de proa de 6-7-8, decía:”Dios se llevó al Comandante y nos dejo como papa a un genocida… ¿no podría haber sido al revés? ”. Una pesadilla sin dudas.
Menos mal que soy agnóstico, pensé, manoteando casi a oscuras el blíster con Mylanta. Tengo que cenar liviano, me prometí.
Víctor Hugo se calló (solo en sueños) y dejo paso en mi cabeza a Obama quien alababa al nuevo papa. Lo mismo hacían reyes y jefes de estado de países importantes y no tanto. Cristina Fernández, ausente en los últimos Tedeum brindados por el flamante Francisco, publicaba una escuetísima carta en la que costaba encontrar el mínimo elogio. En mi sueño, en un canal de televisión, se veía como gente común, partidaria del gobierno, se enfrascaba en discusiones sobre el pasado del ahora papa, solo para “defender” la postura de su líder. ¡Las cosas increíbles que uno puede soñar!
Vuelvo a la cama, vaso de agua en mano. Las cuatro y media. Ya me sentía mejor. Quizás ahora pueda soñar con cosas lindas. Soñar con qué lindo seria que   un país como el mío, La Argentina, en el que la mayoría absoluta es católico, tuviese la oportunidad de, alguna vez, tener un papa. Y me imagino, ya con los ojos entrecerrados, un país contento con  lo sucedido, con nuestros dirigentes alborozados, unidos, dándose cuenta de la importancia de ese hecho tan fabuloso ,tan único , uniéndose en pos del país que todos nos merecemos.
Miré el teléfono por última vez, las cuatro y cuarenta y cinco, suspiré y pensé: Soñar no cuesta nada. 


*Sí,papa con minúsculas.  Porque esperemos que Francisco sea uno mas como nosotros,un igual. Si, durante la lectura, alguien confunde al jefe de la Iglesia con un tubérculo  es porque el que escribe no fue capaz de contextualizar el texto. Ojalá no suceda.