viernes, 23 de noviembre de 2012

Las calas de Cris.

Pocas veces se han podido apreciar , no solo en la historia del país, sino del mundo, caídas tan abruptas del capital político recogido de las urnas , como en el caso del actual gobierno argentino. 
Cristina Fernández ha demostrado que se puede perder en menos de un año ,el remanido 54 % obtenido.
Hubiese sido impensable imaginar ,un año atrás  que este gobierno hilvanaría  una tras otra , situaciones que llevasen a su estado actual.
Es cierto que todo comenzó a despeñarse gracias a Amado Boudou, el elegido por su dedo divino, Boudou, el plan B de Cristina Eterna, el que no dejó error por cometer. Ciccone,Vanderbroele, Schoklender,Harley Davidson y La Renga. Basta para mi. 
¿Quien podía pensar que el peronismo le iba a perdonar la vida al capricho de la Eterna? Buitres conocidos ,mucho mas voraces que los que mastican fragatas, esperan ansiosos hincarle el pico.
La soberbia del "Vamos por Todo", el papelón de Harvard,las abusivas cadenas nacionales,los aprietes a todo aquel que no piense como ella, desde el abuelito tacaño hasta el broker que no presentó su declaración jurada...Una tras otra.
No habiendo Plan B para el 2015, los adoratrices de Cris retomaron la idea de la re re. Una utopía asesinada en el Congreso en un acuerdo entre radicales ,macristas y peronistas despechados.Chau Cris.
Nadie se anima a decirle la verdad. Su entorno se compone de aplaudidores rentados y vocacionales compradores del relato. 
La verdad, claramente expresada después del 8N y del 20 N es una sola: Cristina, fuiste.
De manera que , de lo que se trata , es de llegar. Al 2015, claro. Dignamente , sin papelones. 
Los americanos  llaman "lame duck" , el pato rengo, a los últimos dos años de un presidente que ya fue reelecto y que ,por lo tanto, debe entregar el poder. Dos años en los que el hombre mas poderoso del planeta empieza a notar que los que antes revoloteaban a su alrededor , ya no estan. Estan con otro.
Cristina ha hecho tan mal las cosas que sumó un año a su calvario. Faltan tres años para el 2015 y ya sabe que su sueño no va a poder ser. Ya se le animan. De la Sota en Córdoba,  Massa desde el paquetísimo nordelta, Macri, Urtubey, Moyano...pero sobre todo la gente. El 8N fue imposible de ocultar aun para los que le escriben el diario.
¿Cuanto tiempo puede pasar para que Scioli saque los pies del devaluado plato Cristinista? 
¿Cuanto tiempo puede pasar antes de que Caló -su propio gremio paró el 20N- y los Gordos se vean obligados a abandonar el patético papel que hoy desempeñan y ,oliendo a calas y sin tomar el café ,se rajen del velorio? 
Sabemos quienes  tienen las balas de plata. Solo resta esperar.

martes, 20 de noviembre de 2012

Sirenas y Dardo.

Parece mentira. La cantidad de cosas que pueden pasar en un día. No es pareja la vida,no. Hay días que pasan como sin querer,lentos,opacos. Al final de ellos ,si nos detuviésemos a pensar , seguramente no encontraríamos nada que valga la pena recordar. Un día mas.
Y ,en la otra punta del péndulo, hay días en el que pasan demasiadas cosas.Demasiadas.
Hoy ,20 de noviembre de 2012, es uno de ellos.

Vamos por partes:

Se realizó el primer paro en la -mal llamada- era Kirchner. 
Néstor murió. Esta es la era Fernández.
Un paro organizado y promovido por los mismos que incendiaron el país a radicales y a cuanto gobierno no saciara sus intereses. Escondidos detrás de un reclamo justo. Organizado, decía,  por amigos de Néstor convertidos en enemigos de Cristina. Es fácil : la torta no es tan grande ,muchachos ,y Cristina ya invitó a Máximo y sus amigos.
Un paro con piquetes. Que no dejaban ir a trabajar a quien quisiera hacerlo. Esta mal,muy mal.
Pero estos piquetes son los mismos piquetes fogoneados por el gobierno para cerrar las puertas de Clarín  y La Nación. Los mismos piquetes financiados por el gobierno para que D'Elia y sus amigos  le crisparan la ciudad a Macri. Y los mismos piquetes que el gobierno apoyó a ultranza en el corte de los puentes con Uruguay ,cuando ocurrió lo de las pasteras. (¿pasteras?¿pasteras?)
¿Puede el gobierno denunciar hoy lo que ayer promovió? Respuesta: si el gobierno se compone de Abal Medina, Randazzo y Anibal Fernandez -y varios de la misma laya-, si , se puede. El olvido en el poder no es una excepción, es una regla.
La presidente,enquistada en su 54 por ciento ,parece escuchar solo a sus sirenas camporistas que , como a Ulises,la conducirán al desastre. No se ve a, a estas alturas de su gobierno, voluntad de atarse a ningún mástil, ni nadie que la ate.
Cristina quiere quedar en la historia. Viendo que en la historia también quedaron personajes como:  Menem, Maria Julia, Lopez Rega, Lastiri,Firmenich,Isabelita y tantos otros,dan ganas de decirle al Sr Historiador: ¿no me hace un favor? Olvídese de mi.

En mi lugar de trabajo, militantes del billete, inescrupulosos que se declaran devotos de Cristina y , a la vez, son afiliados a un gremio opositor, se llenan la boca con palabras de las cuales nunca conocerán su significado. Nombran a Jauretche , pero solo hacen "zonceras", Se llenan la boca con J.W. Cooke,pero no lo leen  (Por las dudas , les recomiendo:"Atribuir móviles deshonestos a todos los que no piensan como uno, es típico de iracundos ensimismados en la adoración de su propia virtud que mediante personalizaciones sistemáticas tratan de dar algún sentido a sus pleitos sin grandeza") y mucho menos lo ponen en práctica. Promueven la inclusión , pero persiguen puestos rentados con monedas que sus incluidos nunca poseerán. Dicen: estamos para "gestionar", pero no guardan sus sellos al final del día. 

Saberme en la vereda de enfrente de ellos,  me tranquiliza,  aleja el  ribotril de mi futuro.


Mientras tanto , en mi ciudad, en el mismo día  sentenciaron a prisión perpetua al asesino de Dardo Molina.
La misma justicia que dejó libre al boxeador asesino ,que portando una BMW X5, pasó por encima a una mujer embarazada , matando a ella y a su bebé. La Justicia que tiene jueces con anillos millonarios. La justicia de los jueces que cobran fortunas , pero no pagan ganancias. Esta misma justicia lenta y corrupta,diseñada para aquellos que pueden costearse un alto honorario, esta vez fallo para el lado de los buenos.
No quisiera estar nunca en el lugar de su mujer, de su hermano,para saber si, con este fallo, se siente algún indicio de paz. Soy muy escéptico  lo sé. 
Me resulta difícil entender como esa mujer que escuchó a su marido decirle :"Te amo", solo dos días antes de morirse, después de luchar noventa y un días, pueda ahora sentirse mejor con esta sentencia.
¿Podrá su hermano Gustavo, admirable y admirado, promotor de marchas,incansable perseguidor de justicia, sentirse mejor? Ojala. Claro que sí.


Y en el medio de este día, con tantas cosas vividas por los demás  anda uno cargado de grises,preocupado por pequeñísimas cosas, como seguir vivo, como ser feliz.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Abel

(No estaría mal escuchar esto mientras lees.)




No sé si fue porque esta semana falleció el papá de un amigo.
Pudo ser, también, porque esta misma semana, mientras miraba televisión, recién llegado a casa del trabajo, vi como un ex tenista llamado Mariano Zabaleta, realizaba una nota en su Tandil natal. La nota era una mas  -al menos para mí- hasta el momento en el que el ex tenista devenido en periodista, decía: “Y ahora vamos a ir al Club de Rugby en el cual jugaba cuando era chico, allí me crié…”, contaba, incluso, que ya de grande y habiendo cambiado el rugby por el tenis, realizaba allí sus pretemporadas.
La cámara mostraba unas hermosas arboledas y las instalaciones del club, un humilde y a la vez hermoso club de provincia, con su casco de paredes blancas y techos de tejas.
Fue en ese momento, cuando Zabaleta abre la puerta acompañado por la cámara, para entrar al club, que la nota cobró otra dimensión para mí. “Y ahora les voy a presentar al presidente del Club Los Cardos, el  Sr Zabaleta, mi papá.”
La mirada del Zabaleta ex tenista y ahora periodista, hacia ese hombre canoso, sonriente, vestido con un traje marrón, lo decía todo. Amaba a ese hombre. Se abrazaron y siguieron con la entrevista, Zabaleta padre le dirigió unas palabras a la cámara, invitando con suma corrección y amabilidad a la gente a conocer al club y, al finalizar, Zabaleta hijo – a estas alturas el rotulo de hijo es más importante que cualquier otro- dirigiéndose a la cámara dice, orgulloso: “Chupáte esa mandarina”.
Repito, no sé si sensibilizado, quizás, por la experiencia que vivía mi amigo, o por esta magnífica nota, pero sentí, de manera casi física, la falta de mi viejo.
Mi viejo falleció en el 98. Muchos años atrás. El tiempo y la vida misma, que nos obliga a seguir adelante, se encargaron, lentamente el primero, mas rápido la segunda, de crear las asperezas en la piel que hagan que el ardor de su ausencia se sofoque.
Ni el tiempo, con ese esmerilado lento y atroz que todo lo puede, ha podido aun –y no podrá- hacerme olvidar algunas cosas de él.
No olvidaré nunca su ejemplo. Papá murió de cáncer. Un cáncer lento y fatal. Supe siempre –mi madre no quiso concurrir al primer diagnostico del doctor,luego lo supieron mis hermanos- que no había cura para él. Cuatro años.
Sufrí esos cuatro años la no deseada posesión de un secreto de espanto.
¿Cómo alegrarme con las circunstanciales mejorías que arrojaban los análisis?
¿Cómo olvidar las palabras del doctor:”Mirá, Gustavo, lo que dice la pantalla”. La pantalla era la página del Mount Sinaí Hospital, de New York. Me mostraba cosas que no quería leer y mucho menos entender: “Aun no hay nada para curar lo que tiene tu viejo, lo lamento”.
Anduve cuatro años construyendo sonrisas de mentira, palabras que me sonaban huecas. Que sabía huecas.
Nunca escuché a mi viejo quejarse de nada, pese a que el doctor me había dicho que los dolores serian muy fuertes.
Los rayos le quemaron las glándulas salivales. Ya no podía tragar sin acompañar el bocado con un trago de agua. No podía distinguir sabor alguno.
MI padre jamás dejo de salir cada sábado a cenar con su familia.
Las drogas que lo matan todo, fueron debilitándolo. Comenzó a coleccionar gorras, una de las cuales atesoro colgada de una pared.
Me enteré, después de fallecido, que los últimos tiempos no podía cargar con su liviano maletín, desde al auto, hasta su oficina. Un empleado lo hacía por él. Muchas veces coincidíamos en su llegada a su casa. Jamás me pidió que lo ayude con el maletín. Ni con ninguna otra cosa que implicase una preocupación para mí. Seguramente hizo lo mismo con mis hermanos.
Papá fue un hombre honesto y trabajador. Adjetivos no tan comunes hoy en día. Hoy parece ser más importante ser “vivo”, y conocer de atajos y chicanas. A diario vemos personas que ascienden como cometas en la escala social. La lenta subida del trabajo es para los tontos. No importa que en su ascenso se olviden de pagar impuestos, ni que subcontraten personal, tampoco que quiebren sus “empresas”, mientras sus casas mejoran y sus autos son cada vez más veloces.
Papá  me inoculo algunos virus: la puntualidad y la adoración al trabajo. Llegar tarde, faltar al trabajo…palabras inexistentes en su diccionario y, ahora, en el mío.
Cada vez que un momento difícil sobreviene, me resulta inevitable recordarlo.
Cuando, en mi trabajo, la injusticia se hace presente, y me encuentro en la soledad más absoluta, abandonado por todos, se hace presente en mi espejo en las mañanas y me da tranquilidad. Y me enseña a no ser con los demás igual que lo que fueron conmigo. Y me regala dignidad. La que a él le sobraba.
¡Cuánto me hubiese gustado compartir algunos años más con él! Caminar juntos, por la sombra, despacio. Prepararle asados. Destapar botellas. Que conozca a sus nietos.
Cuando al fin, papá murió, sentí un desahogo muy grande. Ya no era vida lo que él vivía. Solo un penoso transcurrir.
Fui a jugar al fútbol el día posterior a su muerte. 
No me daba cuenta aun que comenzaba, en ese exacto momento, la etapa en la que hoy me encuentro y en la que, seguramente, me encontraré: la de extrañarlo.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Gery

(Un poco de ambiente:"Such Great Heights" by Iron & Wine)



Comenzó de a poco, apenas una molestia. Había ido a jugar al fútbol y  lo primero que pensé fue: Es un golpe, ya se me va a pasar.
Una semana después, seguía sintiendo esa molestia a la que se resistía en ponerle el nombre de dolor. Me masajeaba un poco, suavemente, mientras trabajaba, mientras manejaba y la molestia desparecía.
Tomé los analgésicos de rigor. La molestia se fue.
Tres meses después, sonó el despertador, como cada mañana, me restregué los ojos, como cada mañana, y tomé impulso para incorporarme en la cama.
Grité tan fuerte como pude, Sin pensarlo, sin desearlo. Un dolor punzante me atravesaba. Allí mismo, donde aquella molestia.
Esperé unos minutos, respirando profundo, intentando relajarme y esperando que el dolor cediera. Unas gotas de sudor frío me acompañaron unos quince minutos, hasta que pude incorporarme, trabajosamente, y  llegar al baño.
Me di una ducha y me hice una promesa: Esta tarde voy al médico.
Esperé a que se hiciese media mañana, hasta que llegase la secretaria, Marita, eterna, impecable. Llamé por teléfono  Hola, Marita. ¿Cómo andás? ¿Bien? Me alegro. ¿Tendrás un turno? ¿Cómo que para cuando? ¡Para hoy! Marita me adoraba, decía que  le hacía acordar al sobrino. Marita era soltera. Solterona, diría mi tía Maruja.
Bueno, veníte a eso de las cinco que te hago un lugarcito.
No sentí  ningún dolor durante toda la mañana y pensé: ¡Típico! ¡Cómo el ruidito en el auto que nos vuelve locos y que cuando vamos al mecánico no aparece!
Al salir del trabajo, llevando varios paquetes entre manos, se me cayeron las llaves y al agacharme a buscarlas volvió el dolor, aguja, otra vez. Extrañamente me alegré. Ya sé que decirle al tordo, pensé. Acá, justo acá, me decía en voz baja, mientras me tocaba.
Me tomé un café a unas cuadras del consultorio, solo para hacer tiempo. Me senté en la vereda y cerré los ojos un instante. Inspiré. El olor de los tilos me llenó. Sonreí.
Media hora después esperaba el ascensor. Hola, Marita. ¿Todo bien? Me pareció repetir la pregunta de la mañana. Sí, todo bien…Sentáte que el doctor ya te atiende.
El Doctor se llamaba Andrés. Habíamos sido compañeros de estudios, en la secundaria, con los salesianos. Primero me había hecho atender por Jacinto, el papá de Andrés. Hasta que se jubiló. Fue algo natural. Me jubilo, nene, me dijo. Pero quedáte tranquilo, Andresito es un excelente doctor.
Ya hacia veinte años que me atendía con Andrés. Me conocía de memoria, cada capricho, cada temor.
Esperé  apenas  cinco minutos, como  me dijese Marita. La puerta se abrió, y Andrés, me dice: Pasá, Gery. Andrés era uno de los pocos a los que le permitía llamarme por el diminutivo de mi nombre, Gerardo, que tanto odiaba.
Apenas me senté, advertí que el color de las paredes era un verde seco diferente al amarillo maíz que recordaba. Se lo dije a Andrés. Eso significa que hace un montón que no venias…pintamos hace año y medio, me contestó.Me hizo subir a la balanza, mientras me preguntaba que me pasaba. Me duele acá. Me señaló   la camilla. Me acosté odiando el frío de la helada cuerina. ¿Acá? Me dijo, mientras apretaba suavemente con sus manos. ¡Sí! ¡Ahí! Dije, casi gritando.
Al finalizar la revisación, había algo que se salía de la rutina: su cara. ¿Qué pasa, Andrés? Nada, Gery, te voy a pedir unos chequeos. Rutina, nada raro. ¿Una resonancia magnética? Si, Gery. Ahí se ve todo claro, quedáte tranquilo. Yo no entendía bien que era lo que había que ver claro y no me quedé tranquilo.

La resonancia  demoró menos de lo pensado o eso me pareció , ya que me quedé dormido apenas empezó lo que ,al decir de los doctores que lo acompañaban en ese momento sería :”un ruido muy fuerte”.
Vamos a tener los resultados el martes por la tarde, me dijo una rubia demasiado maquillada que estaba en la recepción. Perfecto, le contesté.
El martes no pude pasar, lo hice recién el jueves. Retiré el sobre gigante con los resultados y fui para el consultorio de Andrés.
Cuando entré, Marita me recibió con un “Hola”, corto, seco. Tendrá un mal día, pensé.
Apenas unos minutos después, Andrés abrió la puerta y me llamó.
Evitó mirarme durante varios segundos, tomaba la lapicera y jugaba con ella, agarró el sobre con los resultados y lo corrió a un costado, tamborileaba los dedos. Finalmente, me miró y me dijo: Te vas a morir, Gery. Lo dijo suavemente, casi con compasión, con su cara tan blanca como su  guardapolvo. Me pasaron los resultados por mail, el martes. Llamé a varios colegas. Todos coinciden. Tenés un tumor en tu cerebro, inoperable.  Lo que te duele es la metástasis. Depende del crecimiento…
Lo miré unos segundos antes de hablar, tratando de contener un temblor que me subía por las piernas.
¿Cuánto me queda, Andrés?
Te decía, depende del crecimiento, pero en base a la experiencia en tumores similares, no más de tres meses, cuatro, a lo sumo.
¿Me va a doler?
Poco, tratable con analgésicos.
Andrés se paró, se agacho para abrazarlo y se largó a llorar.

En una situación inaudita, se encontró consolándolo, él al doctor, diciéndole que así es la vida mientras  palmeaba  su espalda.
Te dejo el sobre, le dijo al doctor, señalándole los resultados. ¿No querés tomar otra consulta?, LLevátelos. No, ya lo hiciste vos...suficiente.
 Me  paré. Está todo bien, terminé diciendo en el colmo del contrasentido.
Saludé con la mano a Marita quien, sin levantar la vista, me devolvió el saludo.
Salí a la vereda y miré hacia el cielo. Celeste absoluto. Era fin de agosto y una incipiente primavera dejaba ver soles y verdes.
Caminé unas cuadras sin rumbo, pero no perdido. Extrañamente tranquilo, planeando el escaso futuro.
Me subí al auto, encendí primero la música, luego el motor y conduje hacia mi casa.
Las siguientes dos semanas las pasé organizando una reunión. Utilizaría como excusa mi cumpleaños, aunque me  costaría justificarme ante mi familia, ya que no solía realizar reuniones para ello. Invité a mis amigos, unos veinte, de épocas diferentes, pero a los que consideraba profundamente. Mi familia, claro. Compañeros de trabajo. Algunos integrantes del equipo de fútbol de mi infancia, a quienes solía ver. Había un denominador común: no había ningún invitado de compromiso. Me preocupé en no olvidarme de nadie. Mandé mails y pedí por favor asistencia perfecta.
Sería un domingo, al mediodía.
El salón contratado para la ocasión era una cabaña muy grande ,con ventanales amplios y una hermosa vista a un gran espacio verde perfectamente cuidado. A lo lejos un molino en perfecto estado.
La asistencia fue perfecta, unas cincuenta personas. Fuí saludando a todos, uno a uno, recordando anécdotas, riendo, invitándoles una copa de vino o lo que quisieran tomar.
Una asistente del lugar se acercó y me dijo al oído que ya estaban todos.
Me  subí a una pequeña tarima, desde la cual veía todas y cada una de las caras y tomé un micrófono que estaba allí, apoyado sobre una mesita. Lo golpeé un par de veces, como había visto que hacia la gente que usaba esos aparatos. Yo jamás había usado uno.
Agradezco a todos por venir, amigos, amigas, familia…Hoy es mi cumpleaños número 45 un numero bastante redondo. Hubiese esperado a los cincuenta, créanme. Pero no va a poder ser.
Hace un mes me dieron unos resultados médicos. Me voy a morir en un par de meses más.
Miró a su hijo que tenia la misma cara que Andrés, aquel día. No se detuvo.
Y quería que estén todos, aquí, hoy, porque quiero que sepan que son la gente que más quiero. Y como son la gente que más quiero, necesito decirles que en estos meses solo quiero sonrisas. Y buen trato. Nada de enojos ni peleas. No más recriminaciones ni retos.
Quiero tratar bien y que me traten bien. Quiero amar y que me amen.
No quiero llantos. Si quieren llorar, háganlo a mis espaldas.
A ustedes los que me quieren les pido que me mientan, que me mientan mucho.
Pongan su mejor cara, aun sin ganas. Miéntanme, repitió.
Los errores cometidos ya no existen, ni existirán. Estos meses serán un recorrido de sonrisas y de abrazos. Y de besos. Comeremos la mejor comida y beberemos la mejor bebida.
Recordaremos anécdotas  e inventaremos otras.
Voy a pasar por tu casa, Raúl, y voy a aceptar esos feos mates que preparas y me van a gustar, créeme.
Miró a su mujer, con su maquillaje corrido por las lágrimas que intentaba controlar.
Al gordo Oscar, que era de piedra, le galopaba el pecho.
El flaco Pérez se había dado vuelta y miraba al molino como quien mira nada.


Hice un último recorrido visual desde la tarima, me acerqué al micrófono y dije: Se enfría la comida.
Comieron, bebieron y bailaron toda la tarde. A la nochecita se empezaron a despedir, sin grandes gestos, como siempre.
Gery se murió durmiendo la siesta, una tarde de enero.