miércoles, 6 de diciembre de 2017

Carta a Ustedes


Los teléfonos celulares actuales - dicen - son inteligentes. Yo no sé cuan inteligente es un  aparato que tiene una memoria limitada y que ni siquiera  sabe cuando se llena y, mucho menos , como vaciarla. Allí debemos ir los humanos a tomarnos la muy trabajosa tarea de elegir entre los cientos de vídeos y fotos y los muchos archivos recibidos por mail, para luego determinar cual se merece ser guardado y cual tendrá destino de cruel papelera.
Revisando entre mis archivos encontré éste , de 2015. Una breve cartita que les escribí a mis hijos. Los nombres están cambiados porque , aunque tengo la certeza de que ninguno de ellos leerá jamas este blog, no quiero correr el riesgo de que esto pase y que alguno de ellos se enoje conmigo.
He aquí la carta y , luego, una breve disgreción.






Hijos: Hoy festejamos el día del padre… ¡Casi nada!  Siempre significó mucho para mí la figura del padre. ¡Extraño tanto a mi papá!  Siempre bromeo con que, si resultó que  me equivoqué y Dios realmente existe y por lo tanto el cielo, y si es  allí donde yo deba ir  y no al infierno, lo primero que le preguntaría seria, en tono inquisidor y arriesgándome a que me depare algún castigo divino: Che, Dios…¿Por qué no me dejaste a mi viejo un tiempo más?

Y, hoy, tengo algunas cosas para decirles:
Cuando uno llega a una edad como la mía, la vida se encarga,de manera bastante brusca, de mostrarte que la mayoría de tus sueños ya no van a cumplirse. Esto no lo digo desde un lugar trágico ni triste,  sino desde el lugar de la certeza.
El lugar de la certeza es un lugar amplio y despojado, de paredes blancas y altas,  sin ventanas y  sin muebles y en el que ya no queda lugar para la mentira. En ese lugar estamos solos, siendo lo que, finalmente, somos.
Cuando uno es joven es usual proyectar siempre hacia lugares lejanos en el tiempo en los que,  seguramente (creemos) se cumplirán nuestros sueños. Y es así como creemos que podremos ser futbolistas exitosos,  cantantes de voz soñada,  astronautas,  escritores de pluma dorada o cualquier cosa que uno anhele ser. Ese lugar, el de los sueños es,  al contrario del de la certeza, un lugar hermoso, soleado, con árboles de verde increíble y mares turquesa. Si te gusta el frío,  como a Miranda, éste será un lugar de montañas con nieves de blanco invicto, casitas  hermosas con leños siempre encendidos y calles empedradas.


Desde este lugar de la certeza quería decirles, entonces, ¡Gracias por cumplir mi sueño! Siempre soñé tener hijos como ustedes.  Yo sé que este es un lugar común,  pero aspiro a que las verdades tan repetidas en esos lugares no pierdan su calidad de ciertas.
Yo soñé que mis hijos sean como ustedes.  Adorables, educados,  cultos. Divertidos y gruñones.  Así, como ustedes. ¿Saben ustedes lo que siento cuando alguien me dice: ¡que buenos hijos tenés, Gus!? ¿Lo saben?

Y también quería pedirles perdón. Perdón  por no poder darles el entorno familiar que todo niño merece y necesita. (Aun con papis separados)
Yo suelo conformarme sabiendo que hice y hago  todo lo posible (¡y más!) para que algunas cosas no sean como son, pero eso no me tranquiliza ni me conforma. Siento una gran, una enorme angustia por ello. Pero las cosas son así. Y estas son las cosas con las que vivo en el lugar de la certeza en el que habito. Quizás sean estas las paredes blancas y altas que no me dejan ver ni mares ni montañas.

Cada uno debe vivir su propio lugar de los sueños, y la vida misma los llevará al lugar de las certezas.
Yo les deseo que el lugar de sus certezas tenga mucho de mares turquesas y nieves invictas.

Cuenten conmigo para lo que los pueda ayudar en ese viaje.






Déjenme hacerles hoy un regalo yo a ustedes por permitirme cumplir mi gran sueño.

Los ama.


Papá. 












En esos poco mas de dos años pasaron algunas cosas. Y pasan. 
Mi hija atravesó por momentos opacos y fue necesario ayudarla. (Gracias, Sres profesionales. ¡Muchas gracias!) Hoy brilla como el sol del verano que odia. En su facultad descolla y es mi compañía invaluable. Miramos series que pocos miran. Discutimos. Le cocino. Trabaja y planea un viaje inolvidable.
Con mi hijo discutimos hace ya un año. Su adolescencia se extendía a su estudio y su confusión, a su vida. Me enojé. Quizás, de mas. Aunque siempre con la intención de hacerlo despertar, de sacarlo de esa modorra . 
Estoy viviendo el castigo de la distancia . No me habla. No contesta mis llamadas. Pasó un nuevo día del Padre. Falleció mi madre, su abuela. Cumplí años. Nada.
Yo creo que él no debe saber lo que siento. Mis paredes son cada vez mas blancas y mas altas. La gente que dice quererme me dice que "ya se va a dar cuenta" ..."Ya va llamarte". 
Agradezco cada una de estas palabras bien intencionadas y sonrío. 

No sé porque escribo esto ahora. Quizás, la navidad. El fin de otro año. Vaya uno a saber.
Ya soy grande para creer en Papá Noel, aunque voy a jugar a ser niño. 
Voy a jugar a creer. 
Voy a escribirle una carta. 
Y ya sé lo que le voy a pedir.