El águila calva o de cabeza blanca es un ave magnífica, solitaria
y excepcional cazadora. Forman parejas que solo se disuelven por la muerte de uno de los integrantes o porque ambos
no pueden reproducir juntos. Se aparean una vez al año y tienen a sus crías en formidables
nidos de hasta cuatro metros de diámetro. Ambos padres cuidan a los polluelos de las gaviotas, mapaches y osos negros, hasta que cerca de las trece semanas abandonan
el nido.
El elefante africano es el mamífero
terrestre más grande. Pesa casi seis toneladas y vive cerca de cincuenta años. Mueren a raíz de que el desgaste de sus dientes
les impide comer. Tiene un cerebro de casi seis kilos que le permite una potente
memoria y sentimientos como la adopción y el respeto a los muertos.
La hembra gesta a su cría durante
veintidós meses y su crianza puede durar entre cuatro cuatro y cinco años. Al día
siguiente de parir a su cría, la hembra reanuda
la marcha con su cachorro siguiéndola, inseparable.
Ser padre humano es diferente.
Nuestros cachorros nacen y deben
ser alimentados, vestidos y cuidados por un periodo algo más extenso. Algunos cachorros se mantienen en el nido más allá
de los veinte años.
Los primeros años de las
vidas de nuestros cachorros la preocupación por los depredadores casi no
existe, ya que ellos se encuentran pegados a sus madres , como el cachorro
elefante que continuamente roza a su madre con su trompa, como tanteando su cercanía.
Más tarde, en la selva en que
vivimos, dejar salir a nuestros hijos supone un gran riesgo. A diferencia de otras
especies, los depredadores de nuestros hijos, son otros humanos. Los golpean, les roban, los violan, los matan.
Sin embargo, el abrir las
puertas de las jaulas doradas de nuestras casas nido, es necesario para que
ellos puedan salir y volar, como las águilas , por la vida.
De allí en adelante, la única
opción que tenemos los padres es tratar
de pensar en otra cosa, hacer que nos dormimos y esperar ansiosamente el indispensable
:" llegué bien, Pá".
Y allí vamos, de aquí para allá.
Llevándolos allí, adonde tengan que ir. Esperándolos. Yendo de vuelta a
buscarlos. Acompañándolos. Alegrándonos en exámenes aprobados y sufriendo en diciembre
y marzo.
Educarlos en nuestro mundo no
es fácil: no es fácil hacerles ver lo esencial. Muchas veces, casi siempre, nuestros cachorros viven disfrutando placeres por
los que nos desvivimos para, más tarde, volver
a desvivirnos, pero, esta vez, para explicarles que todas esas cosas no son realmente
importantes.
Que las cosas importantes son
otras.
Importante es pedir permiso, dar las gracias, sonreír, trabajar, ser cariñoso, disfrutar de una caricia cuando la dan. Y cuando
la reciben. Importante es que los cachorros
machos cuiden a las hembras. Que les abran
las puertas de sus coches y de sus casas. Que las ayuden a colocarse sus abrigos.
Los machos serán machos sólo cuando entiendan que no hay nada más sublime que una
hembra.
Deberá aprender que las flores fueron creadas para regalárselas a ellas. Y que un bombón por algo se llama así
y no, por ejemplo, "llave inglesa”.
Sin embargo en la velocidad
de nuestra selva, vemos que nuestros cachorros se sumergen en cuestiones que están
en la superficie de las cosas. En su cáscara. Y se preocupan por un teléfono sabor
manzana, o por pantalones de valor en quilates.
Y habitan en pantallas y escriben en ellas,
increíblemente, pudiendo hablar...y tienen amigos invisibles con
los que nunca tomarán ningún café. Se recluyen en habitaciones mientras el sol entibia afuera y viven en redes , enredados.
Y allí vamos los padres
humanos, cuidando a cachorros más altos que
nosotros mismos, con sus voces roncas o turgentes siluetas, intentando desesperadamente
saciar sus necesidades y nos entrampamos creyendo que si no les damos lo que ellos
necesitan no seremos buenos padres.
Y
pedimos préstamos que tardaremos en pagar dos años para celebrar fiestas que durarán algunas
horas, o para pagar viajes de un egreso tan costoso como
soñado.
Y en este viaje, en esta selva, en esta crianza de nuestros cachorros,
perdemos de vista ( a veces) que lo verdaderamente importante es ser la baldosa
en la que ellos se apoyen. El trampolín en el que salten. El listón que les exija
ser mejores.
No debe haber sueño superior para
un padre que el que sus cachorros vuelen más alto, sean más fuertes, sean mejor que él.
En el cumplimiento de ese sueño
se nos va la vida. A veces, sufriendo mientras
nuestros cachorros no advierten nuestros esfuerzos. En nuestras vidas no hay osos feroces con los que
pelear, ni alturas que desafiar. Tampoco tenemos pretensiones de ser héroes ni recibir
loas ni aplausos.
Disfrutamos con sus risas,
nos inflamos el pecho con sus logros, lloramos con sus tropiezos y caídas.
Y allí vamos, los padres
humanos, haciendo nuestra tarea a los tumbos ,como podemos, coleccionando errores, sin ansias de Mufasa, siendo apenas humildes obreros del amor,
deseosos de que , sin que nada lo motive, sin que represente devolución a ningún
regalo, se acerque nuestro cachorro, nos abrace y nos diga, mirándonos:
Gracias, Papi.
Dádiva:
Czeslaw Milosz
Qué día tan feliz.
Se disipó la niebla temprano, yo trabajaba en el jardín.
Los colibríes se demoraban sobre las madreselvas.
No había nada en la tierra que deseara poseer.
No conocía a nadie que valiera la pena envidiar.
Cualquier mal que hubiera sufrido, lo olvidé.
No me avergonzaba pensar que era el que ahora soy.
En el cuerpo no sentía ningún dolor.
Al incorporarme, vi el mar azul y unas velas.