Hace pocos días tuve oportunidad de ver, por televisión, una
nueva marcha organizada bajo el lema de #NIUNAMENOS. No es la primera de estas marchas que veía.
Lo primero que me viene a la
mente es : ¿Cómo puede ser que los argentinos transformemos un tema que nos debería
aglutinar, juntar, unir a todos tras de si, de manera unánime y compacta, como es el asesinato salvaje de
mujeres a manos de hombres, en un nuevo
elemento separador, una nueva grieta?
Somos eximios en el arte de
confrontar. Confrontar sirve solo si como resultado de esa confrontación
obtenemos una idea que prime y no solo
un vencedor y un vencido. Podríamos utilizar
(en el mejor sentido de la palabra, hay que ser muy cuidadoso en la elección de
algunos términos) a #NIUNAMENOS como un ámbito en el cual muchas ideas puedan
ser exhibidas para luego hacer un enorme aporte en el cual confluyan muchas de
ellas, sin embargo, en las marchas –a la que asisten miles y miles de personas-
sobresalen posturas minoritarias, sexistas –en el peor de los sentidos- politizadas
y, comúnmente, violentas.
He visto como grupos de estas minorías
pegaban a quien no pensaba como ellas, en un ataque de horda.
He visto a un símbolo patrio, el
Cabildo, destrozado con pintadas y huevazos. (¿Será porque es “El” Cabildo).
He visto también a mujeres
defecar , tomar sus propias heces y arrojarlas contra , por ejemplo, la
Catedral, objetivo preferido de estas marchas.
Soy agnóstico y ninguna Catedral representa
demasiado para mi, sin embargo, ver a mujeres violentadas, creyendo representar
a aquellas muchas que con calma y corrección marchaban en protesta por la
salvaje y creciente agresión a muchas de ellas, no deja de ser una triste representación
de lo que hoy somos.
Pregunta: ¿Por qué una minoría desprestigiada
y violenta prepondera por sobre una mayoría pacifica y legitima? Es, lo
sucedido en las marchas, parangonable con lo que sucede en nuestra política:¿Por
qué minorías políticas corruptas, mediocres y sin ningún tipo de nexo de legitimación
con sus electores se eterniza en el poder? ¿Somos corderos? ¿Son, los corderos,
tan tontos como nosotros?
He leído pintado en las paredes
de monumentos, edificios, casas y hasta en autos que solo pasaban por allí: “Verga
violadora a la licuadora”, “La vida es corta, hacete torta”, “Fachos”, “Libertad
a Milagro Sala”, “A empalar machos” y muchas más del mismo nivel intelectual. ¿Alguna de estas pintadas entraría en el rubro “aporte”?
Pero hubo una declaración que
escuché de boca de una integrante de estas minorías que se arrogan la
representatividad de las mujeres (su nombre no tiene importancia) que me
impactó particularmente: ella, refiriéndose a los asesinos, violadores y maltratadores
, los aglutinó en unas palabras que aun resuenan en mis oídos, ella dijo :”Ustedes,
los hombres”.
Lejos de ser una defensa, si me
escuchase, quisiera decirle algo a ella y a todas las que piensan como ella.
Yo soy uno de los que no va a las marchas, pero me encantaría poder ir.
Me encantaría
poder ir a marchas pacificas, integradas, lógicamente, por miles y miles de
mujeres que apoyan a sus congéneres, pero también por nosotros, los hombres, apoyándolas.
Los hombres que ni las matamos,
ni las acosamos, ni les pegamos, ni las violamos.
Los hombres que abrimos puertas y
cedemos el paso.
Los hombres que tenemos madres a
las que adoramos.
Los hombres que tenemos hijas a
las que cuidamos, arrullamos, cambiamos sus pañales y cocinamos su comida.
A las que hacemos compañía y con las que caminamos de la mano .
Hijas a las que leemos cuentos y con las que jugamos sus juegos.
A las que celamos cuando aparecen con sus novios y a las que protegemos hasta nuestro
final.
Los mismos hombres que compartimos el estudio, el trabajo, la vida, con ustedes, mujeres imprescindibles, expertas, admirables, colegas, supervisoras o supervisadas. Jefas o subordinadas. Fantásticas.
Los hombres que con un poco de suerte y un mucho de ganas de vencer preconceptos, tenemos una amiga mujer. Somos aquellos que tenemos una gema invaluable. Somos los que tenemos la posibilidad de sentarnos y escuchar la voz que nuestros amigos (¿machos?) no pueden darnos.
Somos, también, los hombres que tenemos novias, esposas, compañeras y amantes.
A las que pretendemos, amamos y
extrañamos. Por las que desesperamos.
Mujeres a las que soñamos una y
otra vez, sin descanso.
Mujeres que hacen que nuestra
vida tenga un delicioso porqué.
Mujeres pasadas y presentes, futuras,
ausentes. Mujeres que están o que se han ido. Mujeres que vendrán.
Mujeres por las que reímos y
lloramos, pero sólo las lagrimas del desamor y nunca las de la violencia y el
terror.
Si alguna de esas mujeres me
escuchase le diría: Hija, madre, amante, novia , amiga , esposa... ¿Y si en vez de “Ustedes”,
volvemos a ser “Nosotros”?