En una mesa de café están
sentadas dos mujeres. Una de ellas es obesa, de unos setenta años y come con fruición
una porción de torta. Hace calor y viste una amplísimo vestido con flores y sin mangas. Sus
brazos , rechonchos, tiemblan con cada cucharada, como si fuesen hachazos. Come
encorvada sobre la mesa, casi sin darse respiro. La crema le queda en sus labios
y en sus mejillas.
La otra mujer , ¿su hija? revisa constantemente
su celular sin prestar atención a la mujer que devora la torta. Sólo unos
minutos mas tarde, apoya el celular sobre la mesa y mira a la mujer. Le alcanza
una servilleta, a desgano.
La mujer obesa habla. Lo hace
casi a los gritos , con una evidente dificultad, como quien a padecido un
accidente cardiovascular o algo por el estilo. La mujer joven mira a sus
costados cuando esto sucede. Siente vergüenza.
Una primera lectura, políticamente
correcta, diría que la mujer joven está haciendo lo adecuado: cuidar a su madre
cuando esta lo necesita.
Una segunda lectura es bien
distinta: Ella no quiere estar allí, está incomoda. Preferiría estar en
cualquier otro lugar en el mundo, menos en ese. Podría estar, quien sabe, con
su novio, disfrutando. Con sus amigas, de paseo. O tirada en su sillón sin
hacer nada de nada.
Pero no allí.
En la plaza, a esa hora, casi no
hay gente. Es invierno y son las seis de la tarde. El sol ya se retiró y ni
siquiera dejo tibieza en el aire. Aun no es de noche. La mujer está sentada en
el banco de madera blanca y llora. En sus manos hay un sobre también blanco,
abierto. Está embarazada.
El chirriar de los frenos del
colectivo la sobresalta. Tiene veintisiete años. Es una avanzada estudiante de
Leyes que ya fue tentada por dos de los mas importantes estudios de la ciudad.
En su relación de noviazgo se
siente amada y amando. El ya es abogado y
trabaja en una importante empresa multinacional.
En su mente se presentan sus
futuros: Se ve siendo madre. Es un bebé hermoso. Lo tiene en brazos. Ambos
ríen. Están sentados en un sillón de color tabaco. Su esposo cocina. Ella dejó
de estudiar aunque evalúa volver a hacerlo cuando el bebé se lo permita.
Siempre y cuando no quede nuevamente embarazada.
En su otro futuro, tiembla. Tiene
terror a ser madre, no lo desea. No quiere postergar su carrera. Cree que aún
le quedan muchas cosas por disfrutar. Quiere viajar. Quiere emborracharse.
Quiere seguir siendo la que es.
En el banco, llora. Piensa en abortar.Si
decide hacerlo no podrá decírselo a él. Nunca se lo perdonaría. Deberá hacerlo
sola. Tiene miedo. ¿Y si me arrepiento? ¿ Y si se entera y me deja? ¿Y si al que pierdo es a él?
Se para y se limpia las lagrimas
con un pañuelo empapado. Comienza a caminar por el sendero sin flores. Está
decidida aunque sabe que sólo sabrá si se equivocó cuando ya no habrá tiempo para enmendarse.
Son seis sillas de cada lado. La
mesa es enorme y no tiene sillas en las cabeceras. En la sala de reuniones del
Banco está la plana mayor. Y él.
Tiene cuarenta y pocos años y
desde los veinte trabaja allí. Hizo toda la carrera de manera impecable. Hace
cuatro años es gerente regional , el puesto máximo al que siempre aspiró.
Cuando por la puerta de vidrio
ingresó el Presidente de la Compañía se quedó helado. Volvió a mirar la
cabecera y esperó que alguien le acerque una silla. No fue necesario: se sentó
a su lado y lo saludó, en perfecto castellano. ¿Cómo estás? Me hablaron muy
bien de ti.
Le ofrecieron la Gerencia para el
área Sudamericana con asiento en San Pablo. Un puesto solo reservado para americanos. Hasta ese momento.
Cuando escuchó la oferta del
propio Presidente, no pensó en su esposa ni en sus hijos. Tampoco en sus
padres, que aun vivían. Mucho menos en que tendría que dejar su casa, que tanto
les costó comprarla y luego remodelarla a su gusto.
No. Pensó en él. Pensó en el amor
de su vida. Pensó en que él nunca lo acompañaria a San Pablo. Dudó. Pensó si esto no
seria una señal para anunciarlo de una buena vez y dejar de disfrutar en las
sombras. Se sintió liberado. Inmediatamente se arrepintió: ¿Pensará él lo
mismo? ¿Querrá salir a gritar su amor? ¿Tendrá problemas con sus hijos? ¿Y en
su empresa?
El Presidente seguía hablando y
sonriendo con dientes perfectos. Mezclaba castellano con inglés.
Pidió disculpas , se paró y salió
casi corriendo . Dejó la sala y el banco. Caminó hasta el bar. Lo llamó.
Escuchó como su amor le
pedía perdón , pero no iría a San Pablo. Y tampoco diría a nadie de su amor. Estaba bien así. Le dijo que lo amaba. Colgó.
Sus futuros estaban mas claros,
aunque siempre hay lecturas para hacer: ¿Es correcto dejar pasar una
oportunidad quizás única por un amor que quizás no lo vale? ¿Debería volver
corriendo al Banco ya mismo y disculparse, en castellano y en Inglés?
O, en cambio: ¿Va a dejarse tentar por una
mejora económica y dejar al amor de su vida? ¿Corresponde que lo obligue a ir con él? ¿Es correcto que lo intime a blanquear su amor? ¿Y si él
no está preparado?
Piensa: ¿Voy a irme a San Pablo sin él? ¿Estoy loco?
Se para, corre. Va hacia el
banco, aunque aun no sabe a que.
¿Qué es correcto?
¿Quién establece que es lo correcto?
Lo que es correcto para otros, ¿debe
serlo para mí?
Vivimos soñando situaciones. A
veces, las mas, estas situaciones nunca se concretan.
Otras veces , si. Pero, ¿Qué pasa si no
nos damos cuenta?
¿Qué pasa si nos damos cuenta de
que la mujer,el hombre que mas amamos en nuestra vida ya estuvo en nuestros brazos? Y ya
no lo está.
¿Qué hacer cuando nos damos
cuenta tarde de las cosas?
¿Debemos insistir, ir en su
búsqueda?
¿Nos quedamos esperando, en la cima de nuestro orgullo?
¿Nos dejamos
vencer por la nostalgia y la melancolía?
¿Seguimos camino?
Y es entonces cuando corremos sin rumbo, agitados, preguntándonos:
¿ Sabemos pedir perdón?
¿Habremos dicho los suficientes “Te amo”?
¿Nos habremos guardado caricias y abrazos?¿Para qué ? ¿Para quién?
¿Donde estará esa mujer, ese hombre?
¿Que habrá sido de aquel ascenso? ¿Que habría sido yo sin ese ascenso? ¿Soy feliz con él?
Lamento no haberte elegido, hijo. Te amo, hijo.
Me parece que lo mejor va a ser que estés aquí, mamá. Vengo a taparte , mami ¿Tenés frío? Te amo.
¿ Sabemos pedir perdón?
¿Habremos dicho los suficientes “Te amo”?
¿Nos habremos guardado caricias y abrazos?¿Para qué ? ¿Para quién?
¿Donde estará esa mujer, ese hombre?
¿Que habrá sido de aquel ascenso? ¿Que habría sido yo sin ese ascenso? ¿Soy feliz con él?
Lamento no haberte elegido, hijo. Te amo, hijo.
Me parece que lo mejor va a ser que estés aquí, mamá. Vengo a taparte , mami ¿Tenés frío? Te amo.
Mientras tanto, acá estamos, trémulos, entrampados entre lo que somos y lo que deberíamos ser, tironeados entre lo que soñamos y lo que nunca seremos, entre lo que amamos para siempre y lo que perdimos hasta nunca jamás, creyendo que el tren pasa una sola vez, pero ilusionados con el humo de una locomotora que parece que viene allá, a lo lejos.