sábado, 1 de marzo de 2014

Pequeñas, invisibles, intangibles almitas.





Llegamos puntuales, a las 8, el Negro y yo. Ocupamos la mesita del rincón, la de siempre. La privilegiada ubicación de la mesita nos dejaba ver, a la izquierda, el amplio ventanal, con maceteros llenos de unas flores de color ¿lila? y otras rojas. Más allá, la calle. Un señor que va hablando solo. Dos adolescentes que van
juntos, cada uno de ellos tecleando a pulgar desatado sobre sufridos celulares, casi más solos que el señor que hablaba solo. Una señora mirando a su perro con una bolsita en la mano.

Del otro lado, la barra, con Walter, el mozo y su bandeja. En una silla alta, el señor que se creía el dueño del diario, leyéndolo. Varias veces le dijimos que el diario era para todos los clientes, varias veces nos prometió que no iba a hacerlo nunca más, muchas veces mas, nos ignoró.


Y, en el extremo, la puerta.


Walter no necesitaba preguntarnos nada: un Martini seco, para el Negro. Un whisky triple, para mí.












A  los cinco minutos llegó Tatú. Nadie supo nunca porque mierda a Tatú le decíamos Tatú. Bastó con la vez en que uno de nosotros se lo preguntó y a Tatú se le hincharon  las venitas de la sien y se puso colorado, mientras apretaba los puños.  Nunca más se lo preguntamos. Venia sonriente, de chomba roja recién planchada y pantalones azules. Saludó a Walter con la mano, mientras se acercaba.

¡Chicooooooos! Tatú alargaba sus saludos cuando estaba contento. Se sentó y dijo: Carlitos no puede venir, quilombos en el laburo.
¡Puta madre! Dijo el Negro y se comió la aceituna del Martini.
El Negro, Tatú, Carlitos y yo nos juntábamos a las ocho en el mismo  café, en la misma mesa, desde hacia veinte años, cada viernes. Un ritual.
Estas contento, Tatú, ¡Qué bueno!, dije, mientras miraba a una rubia que entraba.
¡Como para no estarlo! La bruja firmó el divorcio… ¡soy libre, chicos! ¡Libre! ¡Libre!
Me paré y lo abracé, dándole unas palmadas en la espalda.
El Negro se quedó sentado, mirándonos.
¡Soy libre, Negrito! ¡Decí Algo!
El Negro se caracterizaba por nunca mentir. Ya lo conocíamos y le perdonábamos su sinceridad que, muchas veces, sonaba cruel.
¿Libre?, dijo.
Tatú y yo nos sentamos, mirándolo.
¿Libre? , repitió.
¡Si, Negrito, si! ¡Libre como un pájaro!
Para la moto, Tatú, que a las palomas se las comen los chimangos…
¿Libre?..El Negro, hacia pausas que obligaban a mirarlo.
¿Mañana tenés que ir a laburar?, preguntó mirándolo a Tatú.
Sssi, titubeo Tatú.
¿Podés dejar de ir? ¿Podes decir: se van todos a la reputísima madre que los parió?
Nnnn, no, dijo Tatú.
¿Y entonces?, Libre las pelotas.
El Negro movió el vaso ,mi vaso, girándolo, intentando que el hielo siguiese su movimiento. Continuó:
¿Podés , mañana, decirle a tus hijos: Me voy de vacaciones al Congo. Si, al Congo, chicos. Porque siempre quise ir, y porque no me quiero morir sin ir…Podés?
Y Nnnn...No, contestó Tatú, más bajito.
Je, sonrió socarronamente el Negro… ¡Libre!
Yo lo miré como diciéndole: Negro, no le cagués la noche…
El Negro, como siempre, no me dio ni bola.
Siguió:
¿Cómo podés decir que sos libre, si estás dentro de un cuerpo?
Tatú me miró.
Un cuerpo que necesita que le des agua. Un cuerpo que necesita que lo alimentes. Un cuerpo que necesita dormir, que necesita ser curado. ¿Podés ser libre con esas limitaciones? ¿ Podés dejar de tomar agua cada, digamos, cuatro horas? ¿Podés dejar de comer, de dormir? ¡Dejáte de joder, Tatú!

Somos esclavos del laburo, del agua, de la comida, de nuestros hijos...de nuestras mujeres...… ¡somos esclavos de la vida!, sentenció.
¿Sabes cuándo podríamos decir que, realmente, somos libres?  Si fuésemos almitas. Pequeñas, invisibles, intangibles almitas.
Y anduviésemos por aquí, pero pudiésemos, si así lo quisiésemos, andar por allá. Ahora en el café, en cinco segundos en Alaska.
Nos volvimos a mirar con Tatú.
Sin necesitar a nadie ni a nada, siguió el Negro.
Nada de sueño, nada de hambre y , sobre todo, ¡ Nada de minas!
Nos miramos por enésima vez con Tatú y  dijimos, gritamos, casi imploramos:

¡Walter, la cuentaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!


Si le querés dar la razón al Negro, podés escuchar: I´m not in love


Para Gaby, por una sonrisa.