Llegamos puntuales, a las
8, el Negro y yo. Ocupamos la mesita del rincón, la de siempre. La privilegiada
ubicación de la mesita nos dejaba ver, a la izquierda, el amplio ventanal, con
maceteros llenos de unas flores de color ¿lila? y otras rojas. Más allá, la
calle. Un señor que va hablando solo. Dos adolescentes que van
juntos, cada uno de ellos
tecleando a pulgar desatado sobre sufridos celulares, casi más solos que el
señor que hablaba solo. Una señora mirando a su perro con una bolsita en la
mano.
Del otro lado, la barra,
con Walter, el mozo y su bandeja. En una silla alta, el señor que se creía el
dueño del diario, leyéndolo. Varias veces le dijimos que el diario era para
todos los clientes, varias veces nos prometió que no iba a hacerlo nunca
más, muchas veces mas, nos ignoró.
Y, en el extremo, la
puerta.
Walter no necesitaba
preguntarnos nada: un Martini seco, para el Negro. Un whisky triple, para mí.
A los cinco minutos
llegó Tatú. Nadie supo nunca porque mierda a Tatú le decíamos Tatú. Bastó con
la vez en que uno de nosotros se lo preguntó y a Tatú se le hincharon las
venitas de la sien y se puso colorado, mientras apretaba los puños. Nunca
más se lo preguntamos. Venia sonriente, de chomba roja recién planchada y
pantalones azules. Saludó a Walter con la mano, mientras se acercaba.
¡Chicooooooos! Tatú
alargaba sus saludos cuando estaba contento. Se sentó y dijo: Carlitos no puede
venir, quilombos en el laburo.
¡Puta madre! Dijo el Negro y se comió la aceituna del Martini.
El Negro, Tatú, Carlitos
y yo nos juntábamos a las ocho en el mismo café, en la misma mesa, desde
hacia veinte años, cada viernes. Un ritual.
Estas contento, Tatú,
¡Qué bueno!, dije, mientras miraba a una rubia que entraba.
¡Como para no estarlo! La
bruja firmó el divorcio… ¡soy libre, chicos! ¡Libre! ¡Libre!
Me paré y lo abracé,
dándole unas palmadas en la espalda.
El Negro se quedó
sentado, mirándonos.
¡Soy libre, Negrito!
¡Decí Algo!
El Negro se caracterizaba
por nunca mentir. Ya lo conocíamos y le perdonábamos su sinceridad que, muchas
veces, sonaba cruel.
¿Libre?, dijo.
Tatú y yo nos sentamos,
mirándolo.
¿Libre? , repitió.
¡Si, Negrito, si! ¡Libre
como un pájaro!
Para la moto, Tatú, que a
las palomas se las comen los chimangos…
¿Libre?..El Negro, hacia
pausas que obligaban a mirarlo.
¿Mañana tenés que ir a
laburar?, preguntó mirándolo a Tatú.
Sssi, titubeo Tatú.
¿Podés dejar de ir?
¿Podes decir: se van todos a la reputísima madre que los parió?
Nnnn, no, dijo Tatú.
¿Y entonces?, Libre las
pelotas.
El Negro movió el vaso ,mi vaso,
girándolo, intentando que el hielo siguiese su movimiento. Continuó:
¿Podés , mañana, decirle
a tus hijos: Me voy de vacaciones al Congo. Si, al Congo, chicos. Porque
siempre quise ir, y porque no me quiero morir sin ir…Podés?
Y Nnnn...No, contestó Tatú,
más bajito.
Je, sonrió socarronamente
el Negro… ¡Libre!
Yo lo miré como
diciéndole: Negro, no le cagués la noche…
El Negro, como siempre,
no me dio ni bola.
Siguió:
¿Cómo podés decir que sos
libre, si estás dentro de un cuerpo?
Tatú me miró.
Un cuerpo que necesita
que le des agua. Un cuerpo que necesita que lo alimentes. Un cuerpo que
necesita dormir, que necesita ser curado. ¿Podés ser libre con esas
limitaciones? ¿ Podés dejar de tomar agua cada, digamos, cuatro horas? ¿Podés
dejar de comer, de dormir? ¡Dejáte de joder, Tatú!
Somos esclavos del
laburo, del agua, de la comida, de nuestros hijos...de nuestras mujeres...…
¡somos esclavos de la vida!, sentenció.
¿Sabes cuándo podríamos
decir que, realmente, somos libres? Si fuésemos almitas. Pequeñas,
invisibles, intangibles almitas.
Y anduviésemos por aquí,
pero pudiésemos, si así lo quisiésemos, andar por allá. Ahora en el café, en
cinco segundos en Alaska.
Nos volvimos a mirar con
Tatú.
Sin necesitar a nadie ni
a nada, siguió el Negro.
Nada de sueño, nada de
hambre y , sobre todo, ¡ Nada de minas!
Nos miramos por enésima
vez con Tatú y dijimos, gritamos, casi imploramos:
¡Walter, la
cuentaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Si le querés dar la razón al Negro, podés escuchar: I´m not in love
Para Gaby, por una sonrisa.
Si le querés dar la razón al Negro, podés escuchar: I´m not in love
Para Gaby, por una sonrisa.