Sr Juez:
Arranquemos por el final: lo
maté. Hastiado de sus grises. Hasta la coronilla
con su arrogancia fútil. No pude más. ¿Cuánto tiempo lo aguanté? ¿Cuánto? ¡Años!
Al principio todo era distinto: Cuando
sos joven todo es mañana. Y pasaron años
de hacer planes y diagramar proyectos. Y cuando uno está en ese plan, Señor Juez,
todas las mediocridades se distraen entre futuros lejanos. Y uno no ve la realidad.
O no la quiere ver. Y solo reluce el oro
de las palabras.
Pero cuando el tiempo pasa todo cambia, ¿sabe? Y allí está la verdad
verdadera, como decíamos cuando chicos. El tiempo todo lo acomoda. Los proyectos
alocados se desnudan, se muestran tal cual son , tal cual nunca serán. Las palabras
huecas resuenan en un eco infernal. Y la paciencia se acaba. Las arrugas - y los
dolores - aparecen. Y ya uno no tiene ganas
de esperar. ¿Me entiende? Llega un momento en el que uno quiere ser feliz. Feliz
y nada más. ¡Casi nada! Pero uno ya va resignando
cosas, claro que sí. ¡y lo bien que hace! ¿Qué carajo importa una casa así o un auto asa? ¿Importa, acaso, conocer la costa
amalfitana? ¿O haber recorrido Les Champs Elysees? ¿Sabe la gente que conozco con mil viajes y una tristeza imposible de maquillar? ¿Y los que manejan autos que rugen en alemán mientras ellos sufren en español?
Uno quiere ser feliz. Y para ello uno
tiene que estar bien con uno mismo, para luego, si, estar bien para alguien más. Para su
familia, para sus amigos, para la persona
que lo complete, que lo haga temblar.
Y yo ya no podía con este tipo. Me hartó.
Siempre un pero. Eterna cara de ojete. Y,
lo peor, con una indecisión inmovilizante.
Una tibieza vomitiva. ¿Sabe las veces que le dije : ¡jugáte, papá, jugáte! Si querés
algo, ¡jugáte!? Mirá que la vida es esta,
le dije en infinidad de ocasiones, Señor
Juez.
Pero no. Queriendo el pan y la torta. Siempre. Hasta acá, me tenía.
Y verlo llorando por los rincones, porque la torta elegida ni fu ni fa. Si,
mucha cremita, relucientes frutillitas … ¿y?
Y mientras tanto, el pan...el pan voló.
No sé como aguanté tanto, Sr. Juez, créame.
Años de estar a su lado, firme,
incondicional. En las buenas y en las malas. Porque no es mal tipo, no. Pero en
la vida ser buen tipo no lo es todo ¿no cree usted?
Tiene que haber algo más. Y yo toda
la vida espere ese algo más de él.
Toda la vida esperé y esperé. Hasta que, cansado de esperar, decidí seguir mi vida solo. Por
otros caminos. Buscando reír, Señor Juez, reír. ¿Acaso existe algo más
importante que el reír? Cualquiera puede
concluir que el reír es la consecuencia de algo que produjo la risa. Pero yo,
humildemente, pienso que cuando uno ríe, puede ser causa de muchas cosas. De muchas cosas buenas.
Riendo uno puede tomar de la mano a
un hijo y caminar por una vereda soleada sin esperar más.
Si uno ríe puede estar horas y horas con
la persona que ama. Y colocar su cabello tras su oreja y decirle algo suave, un
murmullo. Y mirarla. Y nada más.
Riendo puede uno despedir a un padre
que se va y cerrar los ojos y volver a estar con él cada vez que uno así lo
desee. Como tantas tardes, hace tanto.
Es mucho más difícil con un llanto,
con un rictus de nostalgia y soledad. Ya pasé por eso. En esos días el pecho se
agujerea y duele, los ojos se hacen mar y la mandíbula se entumece. Prefiero reír.
Espero me entienda, Señor. Tengo
miedo de no poder explicarme correctamente. De no poder acomodar las palabras para expresarle lo que siento. Es esto muy importante para mí.
Toda una vida junto a él. Pero ya no más. No.
Hoy me animé. Tomé coraje y lo maté.
Quizás sea un caso raro para usted. Aquí
no hay cadáver. Ni sangre, ni arma alguna.
Apenas alguna ropa. Muchos libros. Y algún
que otro recuerdo sin importancia.
Hoy,Señor, me cansé y lo maté. Hoy maté
al que fui,maté al que era. Maté al que ya no quiero ser más.
Para A. Porque la nostalgia se transforme en trampolín. Y el recuerdo,imborrable, en compañero de un futuro que está acá.
Para A. Porque la nostalgia se transforme en trampolín. Y el recuerdo,imborrable, en compañero de un futuro que está acá.