sábado, 22 de marzo de 2014

Sr. Juez.




Sr Juez: 
           Arranquemos por el final: lo maté. Hastiado  de sus grises. Hasta la coronilla con su arrogancia fútil. No pude más. ¿Cuánto tiempo lo aguanté?  ¿Cuánto?  ¡Años!  
Al principio todo era distinto: Cuando sos joven todo es mañana.  Y pasaron años de hacer planes y diagramar proyectos. Y cuando uno está en ese plan, Señor  Juez, todas las mediocridades se distraen entre futuros lejanos. Y uno no ve la realidad.  O no la quiere ver. Y solo reluce el oro de las palabras. 
Pero cuando el tiempo pasa todo cambia, ¿sabe? Y allí está la verdad verdadera, como decíamos cuando chicos. El tiempo todo lo acomoda. Los proyectos alocados se desnudan, se muestran tal cual son , tal cual nunca serán.   Las palabras huecas resuenan en un eco infernal. Y la paciencia se acaba. Las arrugas - y los dolores - aparecen.  Y ya uno no tiene ganas de esperar. ¿Me entiende? Llega un momento en el que uno quiere ser feliz. Feliz y nada más. ¡Casi nada!  Pero uno ya va resignando cosas, claro que sí. ¡y lo bien que hace! ¿Qué carajo importa una casa así  o un auto asa? ¿Importa, acaso, conocer la costa amalfitana? ¿O haber recorrido Les Champs Elysees? ¿Sabe la gente que conozco con mil viajes y una tristeza imposible de maquillar? ¿Y los que manejan autos que rugen  en  alemán mientras ellos sufren en español?
Uno quiere ser feliz. Y para ello uno tiene que estar bien con uno mismo, para luego,  si, estar bien para alguien más. Para su familia, para sus amigos, para la  persona que lo complete, que lo haga temblar.

Y yo ya no podía con este tipo. Me hartó.  Siempre un pero. Eterna cara de ojete. Y, lo peor, con una indecisión  inmovilizante. Una tibieza vomitiva. ¿Sabe las veces que le dije : ¡jugáte, papá, jugáte! Si querés algo, ¡jugáte!? Mirá que la  vida es esta, le dije en infinidad de  ocasiones, Señor Juez.
Pero no. Queriendo  el pan y la torta. Siempre. Hasta acá, me tenía. Y verlo llorando por los rincones, porque la torta elegida ni fu ni fa. Si, mucha cremita, relucientes frutillitas … ¿y?
Y mientras tanto, el pan...el pan voló.
No sé como aguanté tanto, Sr. Juez, créame.
Años de estar a su lado, firme, incondicional. En las buenas y en las malas. Porque no es mal tipo, no. Pero en la vida ser buen tipo no lo es todo ¿no cree usted?
Tiene que haber algo más. Y yo toda la vida espere ese algo más de él. Toda la vida esperé y esperé. Hasta que, cansado de  esperar, decidí seguir mi vida solo. Por otros caminos. Buscando reír, Señor Juez, reír. ¿Acaso existe algo más importante que el reír? Cualquiera  puede concluir que el reír es la consecuencia de algo que produjo la risa. Pero yo, humildemente, pienso que cuando uno ríe, puede ser causa de muchas cosas. De muchas cosas  buenas.
Riendo uno puede tomar de la mano a un hijo y caminar por una vereda soleada sin esperar más.
Si uno ríe puede estar horas y horas con la persona que ama. Y colocar su cabello tras su oreja y decirle algo suave, un murmullo. Y mirarla. Y nada más.
Riendo puede uno despedir a un padre que se va y cerrar los ojos y volver a estar con él cada vez que uno así lo desee. Como tantas tardes, hace tanto.
Es mucho más difícil con un llanto, con un rictus de nostalgia y soledad. Ya pasé por eso. En esos días el pecho se agujerea y duele, los ojos se hacen mar y la mandíbula se entumece. Prefiero reír.
Espero me entienda, Señor. Tengo miedo de no poder explicarme correctamente. De no poder acomodar las  palabras para expresarle lo  que siento. Es esto muy importante para mí. Toda una vida junto a él. Pero ya no más. No.


Hoy me animé. Tomé coraje y lo maté.
Quizás sea un caso raro para usted. Aquí no hay cadáver. Ni sangre, ni arma alguna.
Apenas alguna ropa. Muchos libros. Y algún que otro recuerdo sin importancia.


Hoy,Señor, me cansé y lo maté. Hoy maté al que fui,maté al que era. Maté al que ya no quiero ser más.






Para A. Porque la nostalgia se transforme en trampolín. Y el recuerdo,imborrable,  en compañero de un futuro que está acá.