domingo, 16 de julio de 2017

Contradiciendo pieles.





Pepe comenzó a desmejorar de repente. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que en dos meses se vino en picada: comenzó con  una tos seca que nunca se le iba , adelgazó sin dieta alguna…en fin. Tuvimos que ser nosotros, sus amigos, los que lo obligásemos a ir al médico. Pepe era terco como una mula y siempre era reticente a ir al medico amparado en su casi legendario: “Los Cortéz somos como  robles: mi abuelo vivió hasta pasados los noventa y mi viejo no se va a quedar atrás, ya va por los ochenta…” Pepe Cortéz nunca llegaría a tanto. Estaba enfermo y el no lo quería reconocer. Su ex mujer –con la que se habían separado en muy buenos términos- , cada vez que le decíamos que interceda para que vaya al médico nos contestaba con un razonable: “No podía llevarlo cuando estábamos juntos, muchachos, imagínense ahora…”.
A sus hijos no los quisimos asustar. Pepe tenia dos  –una mujer y un varón- que rondaban los veinte años, y vivían con su madre. ¿Qué podían hacer ellos?
Quedamos, entonces, sus amigos. Le sacamos un turno con el médico de confianza de uno de nosotros –Fernán- quien nos los recomendó mucho. Despues de mucho insistirle, Pepe fue. Lo usual: consulta y exámenes. Y volver luego.
Un mes después, Pepe me llama y me dice: “Quedáte tranquilo, el tordo me dijo que estoy perfecto”.
Arreglamos para tomar un café todos menos Pepe. Tema: Pepe.
¿Cómo hacer para que Fernán le pregunte al médico acerca de si era verdad o no lo que nos había dicho Pepe sin violar el famoso juramento hipocrático?
Concluimos una cosa: Fernán le preguntaría una sola cosa al médico, de manera informal: ¿Así que está todo bien con Pepe?
La estrategia resultó ciento por ciento efectiva: la cara del médico lo dijo todo, sin necesidad de violar con palabras ningún juramento: Nada estaba bien con Pepe.
Una nueva reunión de todos sin Pepe arrojó la siguiente conclusión: ¿Qué podíamos hacer nosotros si Pepe no quería hacer nada?
Y eso hicimos: nada. Y fue así como vimos como nuestro amigo empeoraba cada día. Y vimos como Pepe , infaltable en nuestros asados, seguía con asistencia perfecta pero con su humor doblegado: ya no era el que alegraba las reuniones, el loco lindo que siempre tenía alguna salida ocurrente. Todo lo contrario. Descubrimos a un Pepe que se puso serio, que nos hablaba de cosas de las que nunca hablaba, que nos sorprendía con cosas como ésta, que dijo en uno de los  últimos encuentros:
- Al final, la vida es una mierda. Te la pasas soñando cosas que nunca se cumplen. ¿Saben que cosas se cumplen? Las cosas boludas: ¿ nos compramos una casa? Si. ¿Viajamos? , Si. Muchas veces. ¿Tenemos un lindo auto? (Pepe tenia un alemán rugiente) Si, claro… ¿Y?  ¿Y las cosas importantes? ¿Para cuándo?
Yo perdí a la mujer que amo por mi culpa , ustedes lo saben bien .(Nosotros lo sabíamos bien) Y hoy recorro cuerpos que no me dicen ni fu ni fa. Salgo con mujeres hermosas con las que no comparto nada. Pero nada de nada, eh. No les gusta la música que a mí me encanta. No tienen la más puta idea de quién es Carver. Miran televisión. ¡Televisión! , casi grita Pepe.
La mayoría no pasa la prueba del Nacho.
Nos miramos entre todos. ¿Y eso, Pepe?
La primera salida, dice Pepe, entre todas las boludeces que hablás en la primera salida ,a propósito : ¡Odio las primeras salidas! ¿No podríamos arrancar con una mina en la tercera o cuarta con todas las boludeces de rigor ya aprendidas? ¿No nos podríamos pasar un archivito , vía mail, con todas las forradas: ¿Qué edad tenés? ¿Hijos? ¿Estuviste casada? ¿Con quién? (no sea cosa que sea un conocido) ¿Hasta cuándo? ¿seguís con un quilombos con él? (pregunta fundamental, acota Pepe), ¿Qué música te gusta? ¿leés algo que no sea los chistes del chicle Bazooka? (¿existe el chicle Bazooka?, pregunta Pepe)…en fin ...es ahí cuando  yo intercalo tres preguntas que parecen menores: ¿Te gusta ir al cine? La mayoría contesta que sí. ¿Te gusta comer en el cine? La mayoría contesta que sí. ¿Qué te gusta comer en el cine? Muchas contestan Nachos o papas fritas o hasta un pancho. Cualquiera de estas respuestas a esta última pregunta que parecía sin importancia me sirve para que nunca exista una segunda salida con esa mina. Mi límite de tolerancia es un chocolate, un caramelo ,soportaría incluso unos ruidosos maníes con chocolates, pero no mucho mas. 
A la mina que contesta “Nachos”, nunca mas. C'est fini.
Con los muchachos nos matamos de risa y , por dentro, casi todos pensamos : ¡Este es el Pepe de siempre! . pero no. Pepe no bromeaba.
Pepe decía todo lo que decía en serio.
Y agregó:
- ¿Qué sentido tiene , muchachos, a nuestra edad, seguir viaje con una mina con la que no compartimos nada? Aunque este refuerte (se le anticipó a Cacho que ya iba a preguntar: ¿Y si está refuerte?), aunque tengamos una cama excelente… ¿Y?  Prefiero seguir así, contradiciendo pieles.




En el siguiente asado pensamos que Pepe no venia. Ya habíamos arrancado con las achuras y no contestaba los mensajes. Quince minutos después apareció.
Estaba mucho más flaco y su piel tenía ese tono horrible que anticipa tristezas.
Les servimos una copa de tinto y le pregunté:¿Algún problema ,Pepito?
No, amigo, ninguno. Pepe estaba sentado a mi lado y me abrazó. Ninguno.







En Octubre cumplía años –el 10 – y ya nos había anticipado que no quería ningún tipo de festejo, de manera que hicimos el asado de siempre.
Llegó sonriente, mas flaco y con la piel aun mas amarillenta, pero sonriente. Traía una canasta de mimbre con pequeños paquetes, cada uno con una tarjeta.
Yo se que hoy, bah el 10 fue mi cumpleaños –era 14 de octubre, miércoles , día de nuestra reunión- , pero quería aprovechar para hacerles yo a ustedes unos regalitos. ¡Una pavada, eh!
Pepe fue dando la vuelta a la mesa y entregándonos uno a uno, nuestro regalo. A Pipo, un cuchillo, a Cacho, una corbata, a mi un libro…y así. Nos fue dando un beso,uno por uno.
Cada uno de nosotros supo lo que ello significaba.







En el siguiente encuentro, Fernán estaba de asador con Pipo a su lado, cuando llegó Pepe. Lo miramos e hicimos como si nada. Venía con uno de esos bastones con tres patitas. Se paró junto a Pipo y dijo: ¡pedazo de vacío te estás haciendo , hijo de puta!
Esa noche nos reímos mucho con anécdotas de un viaje de Cacho –era economista y había ido a un Congreso- hasta que Pepe dijo: A mí me hubiese encantado hacer algo, no sé, que perdure en la vida, algo de lo que mis hijos puedan enorgullecerse. Me hubiese gustado ser, por ejemplo, un investigador y descubrir una vacuna. Me hubiese gustado ser un pintor y pintar uno de esos cuadros del que luego hablan por años y años. No sé, algo de dure. Y me hubiese gustado ser un héroe. Si ya se, a todos nos hubiese gustado ser un héroe. Pero yo no digo un héroe hollywoodiano, con toda la parafernalia, sino un héroe anónimo, de esos que está lleno el mundo. Gente que salva la vida a otras. Policías, Bomberos, Doctores..Tipos comunes que hacen cosas increíbles. El otro día, por ejemplo, en el noticiero vi como un tipo que estaba parado en una esquina, salió disparado y frenó a una madre que iba distraída con su cochecito y que casi es atropellada por un colectivo. Ese tipo es un héroe, para mi es un héroe.







Pepe se murió un viernes lluvioso y frío de abril.
Nos pusimos de acuerdo para ir juntos. Llegamos los que ahora éramos siete y nos paramos a su lado. Pepe estaba con una leve sonrisa. Unos minutos después nos corrimos a un costado para dejar lugar a otros que quisieran despedirse y a eso de las diez escuchamos el grito.
La tía Marta se cayó de culo junto al ataúd, desmayada. ¡No puede ser!, escuchamos que gritó su hija.
Me acerqué corriendo y lo vi. Pepe había abierto los ojos. Nos miramos con los muchachos y no entendíamos nada. Nadie entendía nada.
Pepe me dice: ¿Qué hacen, muchachos?, ¿se volvieron locos?
Le dije: Pepito: ¿Viste dónde estás?
Pepe se dio cuenta que lo que él creía una cama era un ataúd ,se incorporó rápidamente  y casi se cae.
A mi lado, su ex mujer , que venia de afuera, lo ve sentado y casi se parte la cabeza contra el sostén de una corona, también desmayada.
El personal de la funeraria trajo una frazada y envolvimos a Pepe que estaba muerto pero de frío.
- ¿Qué carajo es esto?, le pregunté al encargado. ¿Ustedes no constatan cuando un tipo está muerto o no?
- No, señor, me contesta-confundido- para eso hay un medico. Hace treinta años que trabajo acá…nunca nos paso algo así…nunca…se lo juro.
- No jures nada, pelotudo, le dije y llamá a un medico.
- Ya lo llamé yo, dijo Fernán.
Cinco minutos después  llegó la ambulancia.
Lo atendieron en una silla junto al ataúd. Le aplicaron una inyección y lo conectaron a un suero tibio con el fin de estabilizarlo. Lo iban a llevar en camilla pero Pepe prefirió caminar hasta la ambulancia, difícil contradecirlo en esas circunstancias.
Ya íbamos a salir cuando escuchamos: ¡Manos arriba!
A esa altura seríamos unas cuarenta personas, contando a los médicos, los de la funeraria (sin contar a  las dos desmayadas), que mirábamos al joven de gorra y pistola.
¿No me escucharon? Quiero la guita, los celulares y los relojes, en esta mochila…¡Vamo!, gritó.
Comenzaron a colocar todo dentro y la fueron pasando, mientras el joven mantenía la pistola amenazante. Temblaba.
Sin que nos diésemos cuenta Pepe fue acercándose apoyándose en el pie metálico del suero. (Un medico contaría después que quiso detenerlo y que Pepe lo mandó al demonio y le dijo, desafiante:¿Por qué ? ¿Me voy a morir?) . 
Cuando estuvo cerca del ladrón, Pepe le dijo: 
- Pibe, ¿sabés quién es el muerto en este velorio? ...Yo. Dio un paso y le clavó la punta encorvada del pie del suero en la garganta, tirándolo para atrás.
El estampido del tiro, que pegó en la lámpara, hizo desmayar nuevamente a la tía Marta. 
Pepe cayó sobre el joven.
Cuando pudimos correrlo a un lado, notamos que Pepe estaba sonriente, con sus ojos cerrados. El médico que había llegado en ambulancia a socorrerlo, certificó esta vez si , su muerte.





Entre lágrimas, vimos cómo, finalmente, subieron a Pepe, nuestro héroe, al ataúd.






























No hay comentarios:

Publicar un comentario