jueves, 7 de abril de 2016

Fascículos





Voy a hacer una promesa que no se si cumpliré: intentaré que este sea el último ¿escrito? que presente sobre gatos. La segunda razón por la que intentaré dejar de escribir sobre ellos es que, si aun persistiese algún sufrido lector  molestándose a abrir este blog, no quisiera cansarlo, aburrirlo, y terminar convenciéndolo , finalmente, de no seguir insistiendo en leerme. La primera es , claro, la evidente baja calidad de lo que aquí presento.
(Cuando escribo esta introducción, que ya de por sí me parece mala y hasta con errores de sintaxis, abrigo la ilusión de ser leído por un único lector: alguien que me perdona todo lo perdonable, un ser cálido, amable. Una persona con una sonrisa eterna, con la boca cerrada, sin mostrar los dientes. Una persona que abraza. Que abraza abrazos largos y sentidos.) Seré breve.



En realidad , casi como descargo, los gatos serían casi una excusa para decir algunas cosas. Pero para decirlas debo comenzar diciendo que descubrí algo: me encantan los gatos. Para ser mas preciso, debo decir que descubrí que siempre me gustaron. Cuando era niño ,casi no visitaba televisiones. Me sentaba en un pasillo del kiosco de mi padre y leía. Nadie me veía o, al menos, eso pensaba. Lo que es seguro es una cosa: nadie me molestaba.
Había revistas de todo tipo, pero había unas que ahora casi no hay. Murieron asesinadas por la Señora Wikipedia, atrapadas en las redes de internet. Eran las coleccionables. Uno debía comprarlas sin permitirse una pausa –el kioskero salvaba ocasionales olvidos- a veces durante años para terminar llevándolas en enormes cajas a un señor también extinto : el encuadernador.
Yo devoraba cada fascículo. Historia. Política. Biología. Fauna. Geografía. Deportes. Economía.
Tenia mis predilectos: En Historia , Roma. En Geografía, todo aquello que tuviese montañas.En Política  -prefiero ubicarlo aquí- , Napoleón. En economía, J.M. Keynes. 
Y en animales, varios: el águila calva, imponente, dominaba toda la montaña con una vista sin presbicias y cazaba con precisión quirúrgica. Aun recuerdo una foto de una de ellas llevando hacia su nido a un animal enorme entre sus garras.











No se porque me gustaban los elefantes. Y algún otro.
Pero si recuerdo que  amaba los grandes felinos: El inevitable Rey de la Selva. El increíble Tigre de Bengala. Los velocísimos guepardos. El hermoso Leopardo. Bagheera, la pantera de “El libro de la selva”  , de Kipling.



Sin embargo, nunca me gustaron nuestros “gatos”. O , al menos, eso creí.
Desde que “Uno”, “Dos” y “Tres” *  están en mi casa me fui dando cuenta del  porqué.
Me gusta su andar. Su elegancia al hacerlo. Me encanta su limpieza, verlas acicalarse con lamidos incansables, verlas descansar al sol , sobre la terraza de su penthouse y mirar mientras paso a su lado sin prestarme la mas mínima atención. O tirarse en una vieja silla sin importarle un comino el tiempo, el esfuerzo y el amor que puse en la construcción de su vivienda.












 O, un rato después, maullar como si las estuviesen matando reclamando contenido para sus comederos.









Admiro su agilidad que les permite desconocer puertas y alambrados. Su independencia. (Al parecer , hasta podrian procurarse su alimento, como lo certifica esta paloma:




Y he aquí el problema. Estas demonios sacaron a la luz el porque de mi "odio” a los gatos.
No puedo cuidarlos, no pueden estar bajo mi ala. No me dejan , se escapan. Salen. Entran. Son Jekill y Mr Hyde. Los amo porque no debo preocuparme por ellas cuando no estoy, pero, a la vez, me preocupo pensando en si  algo les pasará en mi ausencia. Giro en la esquina y lo primero que hago es mirar si un auto no hizo de la pequeña “Tres” un estropajo. Entro a las apuradas mirando hacia todos lados, buscando a “Uno “y “Dos” , deseando que ningún canino se haya ocupado de ellas o que, simplemente, se hayan ido, vaya uno a saber dónde y ya no volver.


Desconozco si habrá un trasfondo psicológico con respecto al control, a la perdida de él, al miedo a perder, al amor que puede terminar simplemente porque al otro se le ocurra hacerlo , a la incertidumbre, a la incapacidad de disfrutar las cosas mientras duran sin sufrir pensando en lo que podría pasar. 


En fin. Gatos.


Esperando cumplir la promesa. 

Atte.


G.R.







* "Uno", "Dos" y "Tres " son nuestras gatas, en estricto orden de aparición.